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3 tips para saber si un producto es sostenible

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Bien es cierto que en la sociedad en que vivimos el consumo de todo tipo de productos es protagonista del quehacer cotidiano en nuestras vidas.

La etiqueta o calificación de “sostenible” está muy presente actualmente al referirnos a cualquier tipo  de estos productos, y cada día más. Y la preocupación por hacer un mundo mejor y más “sostenible” choca, en muchas ocasiones, con la necesidad evidente de vender, por parte de la mayoría de empresas.

El usuario, en muchos casos, puede sentirse confundido a la hora de saber cuándo aquello que se le está vendiendo bajo el “vestido” de sostenible, lo es realmente, o está escondido bajo algún tipo de “disfraz”.

Vamos a revisar tres puntos básicos que nos ayudarán a conocer, con menos margen de error, cuando un producto puede considerarse sostenible de verdad:

1. ¿Qué precio tiene? ¿Es verdaderamente accesible para una economía familiar media?

Un producto sostenible no puede costar mucho dinero y debe ser en este sentido accesible a la mayoría de personas.

Nos referimos a productos dentro de las necesidades cotidianas, no a caprichos o pequeños lujos puntuales.

Muchos coches eléctricos (la mayoría), o una gran cantidad de alimentos procedentes de agricultura ecológica tienen precios demasiado elevados todavía como para considerarse en verdad sostenibles.

2. ¿Necesitamos realmente este producto? ¿Va ayudar a hacer que nuestra vida sea mejor? 

Existen muchos productos que no necesitamos en nuestro consumo cotidiano. A veces, pueden ser pequeños electrodomésticos que apenas usamos y que pasan la mayoría del tiempo guardados en un estante, como en algunos casos se trata de una sandwichera o de una licuadora.

3. ¿Su huella ecológica puede considerarse asumible?

Para contestar a esta pregunta necesitaremos información externa para poder responder adecuadamente. Algunos indicios, sin embargo, nos servirán de indicadores para comprobar si se trata de un impacto inaceptable para con el medio ambiente.

Un producto, por ejemplo, no puede anunciarse como “bio”, “eco”, “orgánico” o “sostenible”, sin presentar ninguna prueba de que esto es así. No puede carecer, por tanto, de alguna etiqueta oficial que corrobore su calificación. De la misma manera, tampoco lo será un producto de limpieza, si este presenta etiquetas de advertencia tóxica.

Un exceso de embalaje, así como etiquetas en alimentos con textos excesivamente largos, o de grandes tamaños en electrodomésticos y vehículos, también serán sospechosos a la hora de su fiabilidad en el ámbito de la calificación de sostenible.

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