El conocido como nervio vago es uno de los más largos del cuerpo, ya que se extiende desde el cráneo hasta el abdomen.
Es el nervio principal del sistema nervioso parasimpático, que es el encargado de facilitar las funciones que le permiten al cuerpo relajarse; a diferencia del “simpático” que es el que motoriza los mecanismos necesarios para mantener el estado de alerta.
El nervio vago nos permite disminuir el ritmo cardíaco después de que hayamos estado más activos, disminuyendo la tensión arterial, relajando el cuerpo y regulando la digestión y el sueño.
Aprender cómo estimular este nervio no solo favorece la relajación, sino que también refuerza las funciones inmunitarias, ayuda a reducir la ansiedad (y por eso también puede favorecer a quienes tienen sobrepeso), a tratar la taquicardia, la hipertensión y la depresión, entre otros padecimientos.
Al ser muy largo, el nervio vago provee fibras nerviosas a la garganta, los pulmones, el corazón, el sistema digestivo y respiratorio. Además, controla el movimiento muscular.
Por eso, si se encuentra afectado pueden darse algunos síntomas como trastornos gastrointestinales (gases, inflamación, estreñimiento, diarrea, dolor de tipo abdominal), ansiedad, enojo, depresión sin motivo o desproporcionada, desgano, dificultades para mover la lengua, arritmia, entre otros.
Una técnica muy sencilla que puedes realizar en cualquier sitio es realizar una respiración consciente. Ésta es la única función del sistema nervioso autónomo que puede ser regulada, y favorece la relajación, la eliminación de toxinas, la concentración y la calma.
Para realizar una respiración abdominal o diafragmática solo debes:
· Inspirar por la nariz lentamente, contando mentalmente hasta 4.
· Retener el aire en los pulmones contando hasta 6, y contrayendo el abdomen.
· Exhalar contando hasta 4, contrayendo ligeramente los labios.
Procura hacer esto varias veces todos los días y, en especial, ante una situación estresante. Hazlo lenta y profundamente, tomando conciencia del recorrido del aire por todo el cuerpo.
Además de contribuir a la relajación, este ejercicio, a largo plazo, podrá ayudarte a disminuir la presión arterial, mejorar el ritmo cardíaco, mejorar la función inmune y reducir la ansiedad.
· Colocar un paño húmedo y fresco sobre la cara.
· Beber un vaso de agua fría rápidamente.
· Acostarse sobre una superficie inclinada, con la cabeza hacia abajo.
· Llevar una alimentación que contenga vegetales, frutos secos y frutas, evitando los cereales en exceso (especialmente los refinados), los aceites vegetales oxidados, azúcares, lácteos y comida procesada.
Ten en cuenta que tu cuerpo tiene una gran capacidad de sanación. Aprende a trabajar con él, y aumenta tu capacidad de registro para entender qué puede estar sucediéndote y saber cuándo recurrir en búsqueda de un profesional que pueda ayudarte.